miércoles, 18 de abril de 2012

Capítulo 3 - Polvo nuevo, vida nueva

Tras mi "dolorosa" ruptura hice lo que todo hombre hubiera hecho en mi lugar: irme de putas por el módico precio de 70 € (incluyendo la habitación deprimente del hostal).

Una noche que estaba más caliente que un calefactor encendido en agosto no me lo pensé y salí a la calle muy dispuesto. Luego tuve que volver y coger dinero. Eran las tres de la mañana de una noche de marzo. No hacía frío y fui dando un paseo. Tenía ganas de echar un polvo, pero no tenía prisa. Me encontré con un grupo de cuatro putas. Elegí a la que estaba más buena y la saludé. "40 euros" - me saludó ella. Dije que de acuerdo y cruzamos la calle hacia el hostal de mala muerte. En ese momento apareció un cliente habitual de mi nueva novia de alquiler y se pusieron a hablar. No me lo presentó ni nada y yo no quería ser maleducado, pero hasta la puta me puso los cuernos, porque se fue con su cliente. Lo entiendo. En serio. Yo era amigo de una sola noche y el otro no. 

No me hundí. Aún tenías tres oportunidades más. Elegí a la segunda mejor. Una puta muy gorda, vomitiva y con el aliento a cerveza y tabaco. ¿Qué tienen los gordos? Me dijé a mí mismo. Y me animé a comprobarlo. Subimos al hostal. En la lujosa suite compuesta por una cama y una mesa donde dejar la ropa mientras follábamos, fue cuando me dijo que encima de fea cobraba diez euros más. Ya había pagado la habitación y no me iba a hacer una paja, así que acepté su propuesta.

Fue el peor polvo que he echado hasta ahora. No es que sea una máquina follando, pero todo el mundo tiene su límite. Pues ella puso el pedestal en lo más bajo.

Aprovechando que no eran necesarios los precalentamientos y que tampoco quería conversación, me desnudé en menos de diez segundos. Entonces ella me recordó que antes de emocionarme tanto debía pagarle para evitar que saliese corriendo después de correrme. Le dejé su salario en la mesa y esperé paciente. Ella se despelotó. Mejor que no lo hubiera hecho, pero ya era demasiado tarde. Me puso un condón con la boca y comenzó a chuparla. Hasta ahí todo bien, si no fuera porque fue la mamada más corta de la historia. Luego hizo amago de una pajilla, pero todo se quedó en amago. Yo aproveché y le comí las tetas. Eso al menos sí estaba bien. Tenía una tetas enormes y muy suaves. Todo hubiera sido genial en esa parte, pero no, se tuvo que joder. Llamádme escrupuloso. Pero, ¿por qué cojones se tenía que embadurnar las tetas con la colonia más barata posible? La boca me supo a mierda hasta la mañana siguiente.

Por fin llegó el momento de meterla. Tenía el chumino rapado. Eso al menos me gustaba. La tía lanzó sus 80 kilos encima mía y comenzó a moverse con mi polla empalmada dentro. Fue un polvo malo, sólo tuvo una postura y duró cinco minutos tirando por lo alto. Pero algo tuvo que darme morbo porque me acabé corriendo muy bien. La tía se dió cuenta y se sacó mi polla de su coño.  Fue algo impersonal. Luego no me pidió el número de teléfono. En realidad me quedé mirándola sonriente y con cara de imbécil por haberme corrido. Ella debió pensar que en mi mente habitaba un psicópata dispuesto a descuartizarla porque prácticamente me echó de allí. Yo no me resistí y me despedí de ella pensando que la próxima vez me follaría a otra que estuviera mucho mejor.

Al bajar del hostal me encontré con una rubia altísima que estaba buenísima. Me miró sonriente y me preguntó si quería follármela y además tener sexo anal con ella. ¡Mierda!

Cuando salí del hostal me metí en un taxi y me largué pensando que Bukowski estaría orgulloso de mí. Me hubiera encantado invitarle a una noche de juerga.

Ahora eso ya forma parte del pasado. Ya no me voy de putas. No tengo mucho dinero para pagarlas. Mi único contacto con ellas es una puta que se pone justo debajo de mi ventana cada noche. Ella dice estar trabajando, yo en realidad creo que me provoca porque le gusto. La verdad es que está buena. Algún día me la ligaré y así no tendré que pagar... o eso espero.

1 comentario:

  1. Joder, no me extraña que lo dejases hace mas de dos años. Es una historia tan delicada, tan romántica, no se, tan Corin.
    (Sin coñas, me ha gustado esa forma desenfadada de escribir.)

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